Hay momentos en la historia de la humanidad en que los pueblos y sus organizaciones representativas necesitan de hombres singularmente capaces para forjar y cimentar su futuro. Fué Alejandro Bertello Bollati (G-1921), peruano, hijo de inmigrantes italianos, quien no sólo fue uno de los fundadores y forjadores de la Asociación Guadalupana, sino que además entregó su vida para que el Colegio Guadalupe siempre fuera “nuestro colegio grande y eterno” como lo dijo una mañana de julio de 1965 en la ceremonia de homenaje al maestro guadalupano. Nació el lunes 27 de abril de 1903, en el Callao.

Su labor en la Asociación Guadalupana fue inmensa, a pesar de ser sólo presidente de la institución entre 1961 y el miércoles 22 de marzo de1966, en que partió en ese viaje sin retorno de todos los humanos. Fue una despedida súbita, que dejó paralizados y enmudecidos a los guadalupanos y que causó consternación en los sectores empresariales, políticos y sociales en donde era apreciado y respetado. Fue un ciudadano común y corriente, pero que por sus convicciones y acciones parecía un hombre de Estado.

Aquel día de miércoles del 22 de marzo del ´66 había cumplido su jornada diaria como presidente del directorio del Banco Comercial, y se aprestaba a caminar unos metros para abordar uno de los buses de la tradicional Línea Cocharcas-José Leal rumbo a la Asociación Guadalupana como lo hacía todos los días. Siempre lo acompañaba un grupo de guadalupanos que trabajaba en el banco. “Cada quien paga su pasaje”, les solía decir.

Caminó unos pasos del antiguo edificio bancario, ubicado en la primera cuadra del jirón Miró Quesada, cuando de pronto sufrió un desvanecimiento. El hno. Luis Cortez Beraún (G-60), lo tomó en sus brazos para evitar que cayera y se golpeara en el piso, pero el excelso guadalupano que siempre predicó y practicó los más altos ideales de Guadalupe, expiró. Luis Cortez entró en shock.

Don Alejandro Bertello Bollati fue de esa estirpe de hombres que encarnaba en sí casi todas las virtudes humanas: sencillez ejemplar, generosidad casi en extremo, fraterno y solidario en la extensión de la palabra, justo en sus actos y apreciaciones, honesto a toda prueba.

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Legado en La Asociación Guadalupana

Luego de que la asamblea de exalumnos, el 27 de noviembre de 1940, acordara la fundación de la Asociación Guadalupana, se procedió a la elección de su primera junta directiva que estuvo integrada así: presidente Dr. Francisco Tudela y Varela (G-1895); primer vicepresidente Dr. José Gálvez Barrenechea (G-1901); segundo vicepresidente Dr. Carlos Enrique Paz Soldán (G-1902); tesorero sr. Santiago Acuña; secretario general periodista Eduardo Lizárraga; secretario de actas Dr. Andrés Echevarría Maurtua; y presidente de la Comisión Pro Local Ing. Alejandro Bertello Bollati (G-1921). La asamblea culminó a las 4.30 de la tarde y se llevó a cabo en el auditorio del Colegio Guadalupe.

En 1942 el Dr. Ezequiel F. Muñoz, un prominente y notable jurista, asume la presidencia de la AG y emprende con Bertello el infatigable esfuerzo para que la casa propia de los guadalupanos sea una realidad. Había dos retos: encontrar el local adecuado y conseguir el financiamiento para pagarlo.

Tras intenso y arduo trabajo se encuentra un terreno amplio en la naciente urbanización Santa Catalina, cerca de la avenida Javier Prado. Sin embargo, se estimó que el lugar estaba alejado del Colegio Guadalupe. Entonces el Dr. Muñoz, logró que el gobierno adjudicara un terreno, ubicado entre la avenida Alfonso Ugarte y el jirón Quilca. Para esto se obtuvo que el congreso de la república apruebe la ley 10284, mediante la cual el gobierno debía comprar dicho terreno y adjudicarlo a la AG. La ley fue observada por el Ejecutivo a fines de 1944 porque irrogaba “alto costo para el Estado”. Durante la presidencia del Dr. José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948), y a instancias del Dr. Jorge Basadre (G-1918), ministro de Educación, el consejo de ministros, tras levantar algunas observaciones a la ley, la promulgó el 13 de noviembre de 1945, un día antes del 105° aniversario del Colegio Guadalupe.

Adquirido el terreno por el Estado se procedió a la inscripción del mismo en los registros públicos a nombre de la AG. El 30 de junio de 1946, el Dr. Muñoz entrega la respectiva escritura pública al Ing. Alejandro Bertello. Sin embargo, resultaba imposible financiar el alto costo de la construcción y equipamiento de la sede institucional, por lo que se consiguió, mediante ley 12072, del 26 de febrero de 1954, la enajenación (venta) “en todo o en parte” del terreno de dos mil metros cuadrados, a fin de que con el producto se pudiera adquirir o construir el local institucional.

La búsqueda de un local amplio, apropiado y cerca del colegio, da sus frutos el lunes 27 de abril de 1954 cuando Bertello compra el actual local de la AG a la familia del Dr. Ernesto de la Jara y Ureta. El costo del inmueble, incluyendo remodelación y adecuación, fue de cinco millones de soles de oro, que fue cubierto con la venta del terreno de Alfonso Ugarte-Quilca y de un préstamo de un millón 183 mil 269 soles de oro, proporcionado por Bertello. Dichos trabajos más el equipamiento duraron hasta comienzos de los años ´60. Poco después, la viuda de Bertello doña Antonieta Masperi, en sesión extraordinaria de la AG, condona la deuda que la institución le tenía a su esposo.

El flamante local institucional tenía que ser inaugurado a todo lo alto, que tuviera connotación nacional. La junta directiva y la comisión pro local elaboraron un programa de inauguración histórico, cuya fecha principal sería el domingo 05 de junio de 1960. Fue una semana de festejos. Memorable.

Entre los asistentes invitados estaban el presidente de la república Manuel Prado Ugarteche, quien pronunció un notable discurso sobre la historia del Colegio Guadalupe, legisladores guadalupanos y altas personalidades de la nación, entre ellas el cardenal Juan Landázuri Rickets, que bendijo el local. A la salida del histórico acto, el presidente Prado develó el busto de su hermano el héroe guadalupano Leoncio Prado, levantado en el parque adyacente a la AG.

En su discurso de inauguración, Bertello rememoró sus años de estudiante en las aulas guadalupanas y dijo que la gratitud para con Guadalupe debe ser permanente. Y sostuvo que la Asociación Guadalupana, cuyo nuevo local era el fruto del trabajo mancomunado, no sólo debería ser la casa de todos “con el objeto de mantener los ideales guadalupanos y cultivar la solidaridad entre los que se han formado en las aulas de Guadalupe”, sino que debe ser un foro para tratar temas relacionados con la problemática del país como lo fue desde la fundación del histórico colegio en 1840.

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La familia Bertello Masperi

Don Alejandro Bertello Bollati estuvo casado con doña Margarita Masperi. Tuvieron cinco hijos: Alejandro (+ 1980), Ana Rosa (+1997), Luis Felipe (+1992), Humberto (+2006) y José (+2007. Tuvo dos hermanos: Ángelo y Carlos (10). Ángelo al igual que su hermano Alejandro ingresaron a Guadalupe en 1918 y egresaron en 1921, integrando la Promoción Centenario de la Independencia Nacional”.

Sus padres fueron inmigrantes de Torino (Italia): Ángelo Bertello y Margarita Bollati. Don Ángelo fue un hombre disciplinado y trabajador. En la Fundición Callao que fundo trabajó desde muy joven su hijo Alejandro, quien demostró tenacidad y emprendimiento en las tareas cotidianas.

Alejandro no sólo mostró en el trabajo esa innata cualidad del emprendimiento, sino también un deportista a carta cabal. Fue campeón de ciclismo Lima-Callao, campeón nacional de remo, y en Guadalupe fue destacado en básquet y atletismo.

En el sector empresarial fundó Mayólica Nacional, la Compañía Ítalo Peruana de Seguros, la inmobiliaria Mercurio y el Banco Comercial. Fue, asimismo, presidente del directorio de la Corporación Peruana del Santa y de la siderúrgica de Chimbote, e integró directivas de diversas instituciones representativas de la sociedad (11).

La Promoción 1966 que lleva con mucho honor el nombre del Ing. Alejandro Bertello, tiene la enorme responsabilidad de promover y difundir el legado del excelso guadalupano.

Finalmente, lo que más amó don Alejandro fueron el Colegio Guadalupe y la Asociación Guadalupana, a los que dedicó su vida. Enarboló en toda su amplitud el Espíritu Guadalupano.

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